Pablo Canelones
Desde los tiempos de
Sócrates se hizo énfasis en conocerse a sí mismo como el camino de la
sabiduría. Esta idea la tomó el filósofo griego de la inscripción en el templo
de Apolo en Delfos, que resumía las primicias de la sabiduría de los siete
sabios “conócete a ti mismo y nada en demasía”. Posteriormente San Agustín
afirmó que “en el interior del hombre está la verdad”. En la actualidad los
psicólogos y otros científicos sociales han hecho aportes importantes en el
proceso del autoconocimiento. Este objetivo de conocerse a sí mismo, se ha
idealizado hasta el punto que parece inalcanzable, sin embargo, en términos
sencillos y cotidianos son las dimensiones: persona, tiempo y espacio, porque desde
esta base se construye la vivencia personal y se asume el poder de la
autodeterminación individual y social.
Los humanos se
diferencian del resto de los mamíferos por su capacidad de construir símbolos
para: conocer, interpretar, dotar de sentido y controlar el ambiente. De la
misma forma le ayuda a tomar conciencia de sí mismo, de su vida, su historia,
su proyecto vital y su mortalidad. Incluso puede construir una representación
de lo que hay después de la muerte o lograr una trascendencia por sus
realizaciones simbólicas. El conjunto de representaciones sobre su realidad
concreta que construye como sujeto activo de su existencia, constituye la
conciencia personal. Esta construcción le otorga el poder de modificar esa realidad
mediante acciones materiales o simbólicas con la consiguiente modificación de
su conciencia personal ya que se encuentran íntimamente relacionadas.
El tener conciencia
óptima de su realidad personal sustantiva y global, más allá del conjunto de
roles que desempeñe, y de sus cualidades parciales. Le permite centrarse en la
vivencia del presente y darle sentido a su continuidad existencial, al
percatarse de dónde viene, el ahora o dónde está y hacia dónde se dirige. De
igual manera puede analizar los recursos personales, materiales y sociales con
los que cuenta para la ejecución de su proyecto personal. El darle sentido a su
vida convierte los momentos aislados en un continuo existencial, alineados en
función del sentido personal que le asigne, de sus deseos y aspiraciones. Esta
capacidad está relacionada con la conciencia tanto individual como social y
otorga una sensación de poder y control individual sobre su experiencia vital.
Cuando la persona se
cosifica (se reduce su condición de persona a cosa) por el desconocimiento de
sí misma o mediante la sustitución de su integridad personal por un adjetivo o
una cualidad parcial, como por ejemplo: asmático, cardiópata, votante,
trabajador, izquierdista, derechista, opositor, oficialista. Cada una de esas
cualidades está integrada por un conjunto de representaciones reales o ideales,
elaboradas en forma individual o colectiva y que generan expectativas de
comportamientos cognitivos y afectivos, tanto del sujeto como de su entorno. Al
ser asumidas o impuestas, sustituyen la conciencia personal y desde esta
perspectiva se filtran los elementos de la realidad concreta que coliden con
las creencias y se actúa en forma estereotipada en congruencia con el
repertorio conceptual predeterminado que se ha asumido o impuesto.
Superar la cosificación
asumida o impuesta y rescatar el poder personal implica un ejercicio de
autoconocimiento, es decir, pensar con detenimiento sobre las cualidades
personales estructurales: potencialidades, recursos cognitivos, emocionales y
sociales, estima personal, dignidad, dominio, autodeterminación, al igual que las
limitaciones. La posibilidad de encontrarse consigo mismos y con los otros, es
mediante el reconocimiento personal y del otro en su visión más integral,
transcendiendo las cualidades parciales y estereotipos, enfatizando en las
características personales comunes, en los valores éticos trascendentes, en las
aspiraciones compartidas, en las alegrías y sufrimientos, en las necesidades,
es decir en las cualidades esencialmente humanas. Cuando se asume el autoconocimiento, se
rescata el poder personal y ni los vivos ni los muertos pueden restringir la
autodeterminación individual o colectiva.
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Pablo A Canelones Barrios