Pablo Canelones
El presente, desde el punto de vista sensorial, es la
experimentación consciente, de la estimulación perceptiva, producida en un
lapso inmediato, de algunos segundos de duración, que denominamos “el ahora”. En los humanos este proceso
perceptivo es complejo, porque la estimulación sensorial es interpretada con el
repertorio cognitivo personal y variables de tipo motivacional o afectivo. Incluso
la estimulación sensorial puede ser sustituida por elaboraciones simbólicas
personales. De modo que la experiencia del presente o el ahora, puede generarse
por un recuerdo o por una fantasía anticipatoria del futuro. Adicionalmente, toda
nuestra experiencia psíquica está íntimamente relacionada con la realidad espacial,
personal y temporal. En consecuencia, el pasado, presente y futuro, no son
realidades discretas sino una experiencia que fluye en la conciencia en forma
continua, y puede influir o ser determinante en la percepción personal del
ahora.
En la actualidad en medios divulgativos se ha hecho un énfasis exagerado en centrar la vivencia cotidiana, en el presente inmediato, en el “ahora”, con exclusión del pasado y el futuro, como si nuestra conciencia fuera equivalente a una cámara fotográfica. Sin embargo excepcionalmente se tiene una percepción centrada exclusivamente en el presente. Este tipo de vivencia se logra con un esfuerzo deliberado para alcanzar tal objetivo, por ejemplo: en procesos psicoterapéuticos, y mediante el cultivo de algunas técnicas de meditación de atención focalizada. Igualmente en personas con alteraciones neurológicas con déficit cognitivo y pérdida de memoria, como el alzhéimer, en donde la experiencia se centra en un presente absoluto por la pérdida de contenidos del pasado y de referentes temporales. Lejos de estas situaciones especiales, las personas se desenvuelven cotidianamente en un presente relativo, más o menos cargado de pasado y/o de futuro.
La percepción del presente puede estar condicionada por variables emocionales ligadas a experiencias del pasado o aspiraciones futuras, que motivan o dirigen en forma consciente o inconsciente, el foco de la atención hacia algún objeto ambiental del “ahora”. La literatura científica ha reportado que se presta más atención a los estímulos cargados afectivamente, y se recuerdan con mayor facilidad. Después de focalizar la atención, se evalúa el estímulo presente con base en las experiencias pasadas, que se pueden tomar como referenciales o como patrón repetido, en cuyo caso se puede anticipar en el futuro unas consecuencias parecidas a las vividas en el pasado. Tomar la experiencia actual como única y novedosa, aunque sea parecida al pasado y construir un conjunto de hipótesis sobre el futuro pero manteniendo una actitud expectante, ante el resultado de cualquiera de las opciones, que se edifiquen en el presente, constituye un reto cotidiano que enriquece el repertorio cognitivo y aleja de la repetición de patrones estereotipados de comportamiento.
La conciencia del tiempo, junto al espacio y la identidad personal son los tres parámetros que fundamentan la adecuada orientación del psiquismo y los procesos cognitivos. Por esa razón es tan difícil que cotidianamente se pueda vivir en el presente desligado del pasado y futuro. Como decía San Agustín, en el tiempo ontológico no existen tres tiempos sino un presente con diferentes cualidades: el presente del pasado, que es la memoria, el presente del presente que es la atención y el presente del futuro que es la expectación. Por ejemplo, la experiencia del presente puede focalizar su contenido en rumiar o re-experimentar eventos placenteros o traumáticos del pasado. Así mismo, el contenido del presente puede ser la ensoñación de realizaciones futuras.
En la actualidad en medios divulgativos se ha hecho un énfasis exagerado en centrar la vivencia cotidiana, en el presente inmediato, en el “ahora”, con exclusión del pasado y el futuro, como si nuestra conciencia fuera equivalente a una cámara fotográfica. Sin embargo excepcionalmente se tiene una percepción centrada exclusivamente en el presente. Este tipo de vivencia se logra con un esfuerzo deliberado para alcanzar tal objetivo, por ejemplo: en procesos psicoterapéuticos, y mediante el cultivo de algunas técnicas de meditación de atención focalizada. Igualmente en personas con alteraciones neurológicas con déficit cognitivo y pérdida de memoria, como el alzhéimer, en donde la experiencia se centra en un presente absoluto por la pérdida de contenidos del pasado y de referentes temporales. Lejos de estas situaciones especiales, las personas se desenvuelven cotidianamente en un presente relativo, más o menos cargado de pasado y/o de futuro.
La percepción del presente puede estar condicionada por variables emocionales ligadas a experiencias del pasado o aspiraciones futuras, que motivan o dirigen en forma consciente o inconsciente, el foco de la atención hacia algún objeto ambiental del “ahora”. La literatura científica ha reportado que se presta más atención a los estímulos cargados afectivamente, y se recuerdan con mayor facilidad. Después de focalizar la atención, se evalúa el estímulo presente con base en las experiencias pasadas, que se pueden tomar como referenciales o como patrón repetido, en cuyo caso se puede anticipar en el futuro unas consecuencias parecidas a las vividas en el pasado. Tomar la experiencia actual como única y novedosa, aunque sea parecida al pasado y construir un conjunto de hipótesis sobre el futuro pero manteniendo una actitud expectante, ante el resultado de cualquiera de las opciones, que se edifiquen en el presente, constituye un reto cotidiano que enriquece el repertorio cognitivo y aleja de la repetición de patrones estereotipados de comportamiento.
La conciencia del tiempo, junto al espacio y la identidad personal son los tres parámetros que fundamentan la adecuada orientación del psiquismo y los procesos cognitivos. Por esa razón es tan difícil que cotidianamente se pueda vivir en el presente desligado del pasado y futuro. Como decía San Agustín, en el tiempo ontológico no existen tres tiempos sino un presente con diferentes cualidades: el presente del pasado, que es la memoria, el presente del presente que es la atención y el presente del futuro que es la expectación. Por ejemplo, la experiencia del presente puede focalizar su contenido en rumiar o re-experimentar eventos placenteros o traumáticos del pasado. Así mismo, el contenido del presente puede ser la ensoñación de realizaciones futuras.
La experiencia nos
dice, que la vivencia del tiempo no es una realidad discontinua, es decir, no
se experimenta como cuadros separados correspondientes al pasado, presente o
futuro, sino como una secuencia que fluye en forma permanente y nos otorga el
sentido de ubicación en nuestro tiempo existencial. No obstante, solo podemos
construir en el instante del ahora. El pasado es una referencia del acopio de
experiencias que construimos en el presente y el futuro tan solo una
expectativa del resultado del ahora. Ambas son representaciones simbólicas y
como tales sujetas a ser modificadas desde el ahora. Desde el presente se puede
reescribir la historia personal y modificarla. Igualmente se puede determinar
el futuro personal e influir significativamente en el futuro del colectivo.
Vivir en el
presente, implica focalizarse conscientemente en la experiencia del ahora y
discernir sobre cuánto de pasado, futuro y presente hay en el ahora personal. Traspasar
los límites de la experiencia pasada y tomarla como aprendizaje referencial,
para construir nuevas respuestas a estímulos iguales o parecidos y anticipar
nuevos resultados. Es decir, asumir el reto de transitar por espacios internos
conocidos y desconocidos como vías del crecimiento personal.
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