Pablo A Canelones Barrios
El intercambio erótico como ejercicio de la sexualidad es una expresión de salud esencialmente humana, consiste en el despliegue de nuestra capacidad amatoria, que se verifica en el encuentro real o percibido con otro ser humano concreto o ideal con el fin de procurar placer, por estimulación erógena, simbólica o afectiva, es una experiencia compleja con participación de las esferas: cognitiva, emocional, espiritual y sensitiva, en un espacio físico y sociocultural determinado. Es el encuentro de dos personas quienes comparten un momento de comunión sensitiva sin sometimiento, como expresión o práctica de la libertad y disfrute compartido de la fantasía existencial de no estar solos. Como dice Kaplan “...La sexualidad y el amor son elementos muy importantes de la experiencia humana. La capacidad de amar y de experimentar placer sexual enriquece sobremanera nuestras vidas…” (Kaplan 1981) (1)
El intercambio erótico puede no ser genital, y tener una expresión sublimada simbólica, cuando Sor Juana Inés de la Cruz hablaba del amor en sus versos, lo hacía con una carga erótica extraordinaria, es sin duda una expresión de la sexualidad erótica no genital. De tal manera que la sexualidad no está definida por el acto coital ni por la función reproductiva, aunque puede comprenderla, pero no es lo definitorio. En este sentido dice Londoño “...A medida que vamos desentrañando lo que puede ser nuestra sexualidad, encontramos que más y más posibilidades siguen ocultas; quizás el proceso filogenético nos lleve en un futuro a descubrir que el sentimiento amoroso unido a la emoción sexual constituye la experiencia clave para muchas de nuestras incógnitas como especie. Es decir, la sexualidad posee algún sentido que aún se escapa a nuestras intuiciones y enfoques presentes...” (Londoño 1990) (2)
La expresión erótica del adulto no es necesariamente un conjunto de fuerzas amenazantes o desbordantes, desordenadas, que irrumpen en la adolescencia o en el momento de realizar la primera relación sexual genital, sino que más bien es el resultado final de un largo proceso de desarrollo que se inicia antes del nacimiento en la fantasía de los progenitores, sobre el deseo de generar un nuevo ser, de sus cualidades de género y proyecciones sobre sus relaciones futuras con los otros, el disfrute de la vida, el trabajo, etc, todo ello conforma un conjunto de representaciones que rodean e influyen como directrices generales de su existencia en dos direcciones, como una realidad placentera, erótica de celebración de la vida o de limitación del disfrute, más proclive al polo del sufrimiento y la muerte.
El erotismo está expresado desde la relación amorosa con sus progenitores, luego con el enamoramiento infantil, del niño o la niña cuando reconoce la existencia del otro de una persona diferente a ella, con quien le gusta estar y compartir, sintiendo fascinación por sus cualidades, emocionado por su cercanía, por momentos, sumido en la contemplación y con el alma henchida de placer por estar juntos o mirarse desde lejos con la misma carga emotiva, sin referencia genital directa. Hasta la voluptuosidad orgásmica del encuentro adulto, con el despliegue de todo el potencial erótico, creativo, sensual, en donde nos sentimos dueños de nuestro cuerpo, cuando nos fundimos o implicamos físicamente en un íntimo sentimiento compartido de placer, exaltación, que llega al éxtasis creativo, que genera vida para otro ser humano o que simplemente nos vivifica en el encuentro, porque siempre es un acto creativo pues participa de la energía renovadora del amor. El orgasmo, que significa la exaltación de la vitalidad, se convierte en la metáfora del renacimiento que tiene lugar después de cada encuentro y en la fantasía compartida de no estar irremediablemente solos.
En la relación erótica amorosa los participantes del encuentro deben sentir un nivel de intimidad que les permita ser libres de expresar sus fantasías, comprensión, simbolización, de compartir la subjetividad y la objetividad sin valoración fundada en ideas externas a la vivencia. Es una unión libremente elegida, seleccionada por cada uno de los miembros de la pareja, de tal manera que no entra en esa definición, el encuentro forzado, bien sea por intimidación, manipulación, o chantaje emocional, que implica sometimiento, posesión, es decir la violación de la intimidad del otro, su desconocimiento, cosificación, devaluación de sus cualidades humanas, es arrebatarle su dignidad, hecho que comporta el destierro del amor y la nutrición de la más profunda soledad, que en ocasiones puede ser compartida, cuando la pareja asume como propios valores competitivos, estableciendo una dinámica de poseedor poseído, en donde predomina el juego del poder sobre el juego amoroso. En especial la sexualidad femenina ha sido negada o mediatizada al ponerla solamente en función de la procreación, o para satisfacer a su pareja, en este sentido dice Londoño ”...La sexualidad femenina- ese permanente manantial de vitalidad- como premisa fundamental de la vida y especialmente del ámbito de interrelaciones humanas y de pareja, nos conmueve con felicidad o dolor de acuerdo a la forma como aprendamos a vivirla, bien sea aceptando, ignorando o trascendiendo la pauta de la propia cultura...” (Londoño 1990)(2)
Hacer el amor es un encuentro humano, deseado, de responsabilidad compartida, en donde se establece en forma progresiva una trama simbólica compleja de potencialidades, fuerzas, habilidades para el intercambio creativo, pasional, erótico-afectivo con la pareja, fundado en el amor, en la confianza, y el respeto por los límites impuestos por el momento evolutivo de su conciencia corporal , en la mutua valoración de sus atributos personales, no solamente biológicos, sino también sus cualidades psíquicas, psicosociales y espirituales. En este encuentro nos asumimos como personas, y sin perder su identidad, la pareja se funde en un sinfín de sensaciones y percepciones en donde participan todos los sentidos. En este momento de íntimo discurrir la pareja puede copular, con lo que el orgasmo será el cierre festivo, voluptuoso, del encuentro y por el disfrute de la sexualidad, y la recreación en cuanto a conocimiento de ambos en esa comunión existencial.
En la sexualidad el cuerpo se manifiesta con un lenguaje propio, se expresa de esta manera y se establece una comunicación corporal, con un lenguaje común, difícil de descifrar en términos simbólicos, que sólo es inteligible a partir de la conciencia corporal y esta interacción hace que el soma, se modifique, cualificando el percepto o representación interna que se tiene de él, se modifica ante la presencia del otro, una persona que no soy yo, de esa manera se descubre el otro cuerpo y redescubre su propia realidad corporal y esto hace que se modifique, que se enriquezca, en términos simbólicos, afectivos y conativos, “...la sexualidad gratificante además de aportar calidad y alegría de vivir, fortalece la calidad de tolerancia frente a las dificultades”...Londoño (1990)(2)
En esta relación de íntimo conocimiento se comparte el psiquismo, es lo que Dorsch llama “...Transfusión de la psique: paso del alma de un cuerpo a otro. La transfusión se efectúa, por ejemplo, mediante la captación del hálito del otro individuo o con un beso...” Dorsch, F. (1978) (3) .Por esta razón las prostitutas no besan a sus clientes, puesto que la entrega es carnal o corporal pero no espiritual ya que existe la creencia inconsciente de la transfusión de la psique, o el alma mediante el beso, por el intercambio del hálito vital o aliento de vida, en ella va contenido el amor, pero el comprador de placer, no puede ser depositario de este noble sentimiento por lo que es suprimido y en el caso que se produzca siempre será un beso falso, en donde está presente sólo el gesto pero no el contenido espiritual, subjetivo que lo hace verdadero pues esta manifestación de intercambio en el encuentro está reservado solamente para su pareja elegida libremente, con quien se funde en “cuerpo y alma” en este ámbito si se observa este orden ético, no existe la traición. En este sentido dice Bourgonje hablando de la actividad de las prostitutas, que ellas tratan de evitar abrazos y besos pues para ellas tiene una significación afectiva mucho más compleja que el coito. Durante las horas de trabajo hay una clara disociación entre las partes su cuerpo, y su psique. Los órganos quedan desconectados: las zonas erógenas y las manos pasan a ser “herramientas de trabajo” que no tienen nada que ver con el cuerpo como unidad. “prestamos nuestros cuerpos pero nunca nuestros sentimientos” decía una mujer a la escritora francesa Judith Belladonna...” Bourgonje (1980)(4)
Si pensamos en los valores de la competitividad, el avance de la política de los espacios públicos hacia los espacios privados de las personas, el influjo del lenguaje de la guerra y el conflicto sobre el encuentro y el amor, la velocidad en el flujo de información y lo efímero de los momentos y los objetos materiales y sociales, con sus secuelas en la calidad de vida y que dificultan las condiciones temporales para el establecimiento del vínculo amoroso que aseguren las condiciones para el disfrute y el encuentro placentero, más allá del contacto genital podemos hacernos una idea de por qué en el mundo está disminuyendo la frecuencia de la expresión de la sexualidad e incluso de la fertilidad en hombres y mujeres. Pero nuevamente nuestra visión parcial de nuestros espacios vitales ha generado una “solución química” que asegurará las erecciones para que se verifique el coito, o fecundaciones in vitro, haciendo abstracción de toda nuestra realidad psicosocial.
¿Podríamos imaginar una solución humana a este problema? ¿podríamos tomar conciencia de que estamos participando en la construcción de una racionalidad que expropia al hombre de sus dimensiones más sensibles? ¿podríamos construir y defender nuestros espacios vitales, para la expresión erótica de la sexualidad como fuerza vivificante y expresión del ser humano, en toda su complejidad y no solamente de su genitalidad? En este sentido Fromm nos previene sobre el funesto futuro que podríamos esperar de seguir integrados en forma acrítica a esta racionalidad. “toda sociedad que excluya relativamente el desarrollo del amor, a la larga perece a causa de su propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza del hombre”... (Fromm 1980)(5)
REFERENCIAS
1.-Kaplan H (1981) El sentido del sexo. Edit. Grijalbo, Barcelona España.
2.-Londoño, M. (1990) Sexualidad femenina como práctica de la libertad. Nueva
Sociedad. 109, 90-115.
3.-Dorsch. F. (1978) Diccionario de Psicología. Edit. Herder, Barcelona España.
4.-Bourgonje, F. (1980) La luna se desangra por el otro costado. Edit. Ateneo de Caracas,
Caracas, Venezuela.
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