Pablo Canelones
Como universitario estoy en contra de todo acto de
violencia física o psíquica, dirigido a minimizar, someter o aniquilar a
quienes enfrentamos por su forma de pensar. Nuestras naturales diferencias o
conflictos, necesarios y deseables sobre nuestra manera particular de ver y
explicarnos las realidades materiales y humanas, las dirimimos por vía
argumental; en consecuencia rechazo el acto de desnudar a las personas en
los espacios del campus de la Universidad Central de Venezuela porque
constituye un acto vandálico, aborrecible que implica una expoliación, es
decir, un despojo absoluto de sus pertenencias materiales y sus derechos, con
violencia, iniquidad y maldad, por pensar de una manera diferente.
Es bien sabido que la ropa simboliza la piel con sus cualidades
de protección y su ausencia a la vulnerabilidad. Subjetivamente se experimenta
como un paso previo a la muerte física o psíquica, y a su vez simbólicamente se
asocia con la primera acepción del término desollar que significa: “Quitar la
piel del cuerpo o de alguno de sus miembros”, y en forma estricta con la
segunda: “Causar a alguien grave daño en su persona, honra o hacienda”. La
desnudez como agresión es una acción equivalente a la guerra de tierra
arrasada, en donde se elimina todo vestigio de naturaleza y de realizaciones
culturales; es la evidencia de la desolación de la vulnerabilidad total. Es una
violencia primitiva, que va dirigida a minar los sentimientos más sensibles del
ser humano, porque se le cosifica. Es decir, se degrada su condición humana a
la de objeto.
La desnudez tiene dos vertientes, desde la Edad Media el
simbolismo cristiano distingue entre nuditas virtualis (pureza e inocencia) en
donde se pueden incluir: el desnudo como forma de aceptación del propio cuerpo,
la desnudez compartida de los amantes, el desnudo con fines estéticos, la
desnudez voluntaria de San Francisco de Asís, como forma simbólica de pureza
por renuncia a todo lo material para entregarse al servicio del otro; y nuditas
criminalis (lujuria, vanidad o exhibición) categoría a la cual corresponde la
desnudez forzada que va más allá la concreta exposición de los genitales o el
trasero pues supone un ataque a la integridad de la dignidad personal.
La desnudez forzosa es un acto abominable por la profunda
violencia que implica. La humanidad todavía recuerda con indignación la forma
vejatoria como Jesús de Nazaret fue desnudado por los guardias que lo
custodiaban, con el mismo sentimiento de rechazo se recuerda: la desnudez de
los esclavos para la inspección de compra-venta, los cuerpos desnudos de judíos
en los campos de exterminio nazi, la desnudez forzada de los españoles
republicanos en los campos de refugiados de Francia e Italia, las personas
desnudas y apiladas por soldados y contratistas norteamericanos en la cárcel de
Abu Ghraib, durante la guerra con Irak en el 2003, la desnudez forzada de
palestinos, ejecutada por comandos israelíes en el campo de Yabalia, en el
2009, y el escándalo en Italia por desnudar a refugiados e inmigrantes
africanos, con el fin de fumigarlos y bañarlos en la isla de Lampedusa en el
2013, que llevó a la Unión Europea y al alto comisionado para los refugiados de
las Naciones Unidas a pronunciarse.
Hasta en el acto asistencial en donde es imprescindible
la desnudez, el médico le proporciona al consultante un espacio protegido, una
bata o un paño, que no es más que un símbolo de reconocimiento del cuerpo vivo,
como una realidad humana y sujeto de derecho y dignidad.
Las Naciones Unidas, en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, contempla en el artículo 5: “Nadie será sometido a torturas
ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” y en el artículo 12.
“Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia,
su domicilio o su correspondencia o de ataques a su honra o a su reputación.
Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o
ataques”, y estos derechos fundamentales son recogidos en nuestra Constitución
Nacional en los artículos 46 y 60.
Creo que la respuesta ante estos actos vandálicos debe
ser contundente y no solo exponernos desnudos como si no nos importara la
desnudez. Una cosa es desnudarse y otra muy distinta ser desnudado mediante el
uso de la fuerza. Una cosa es el libre ejercicio de la función sexual y otra es
ser forzado a tener relaciones sexuales. Es la diferencia de sujeto a objeto.
La desnudez forzosa no es una elección, es un delito y quien la ejecuta
es un delincuente. También le puede interesar en este blog:
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Pablo A Canelones Barrios