Pablo Canelones
La Navidad es una fiesta religiosa creada por el mundo cristiano para conmemorar con alegría el nacimiento de Jesús. Este acontecimiento se ha celebrado durante siglos en cada lugar del mundo, con los aportes culturales propios de cada país, de esta manera se han agregado manifestaciones, musicales, estéticas, culinarias e incluso comportamientos tradicionales de origen pagano. En la actualidad se ha convertido en un hecho esencialmente humano, psicosocial de contenidos cognitivos sagrados y desacralizados, con un componente emocional importante. En Venezuela son rasgos culturales comunes las misas de aguinaldos, las gaitas, las parrandas, las hallacas, el intercambio de regalos y la reunión familiar para la cena de Nochebuena. Igualmente existe un sentido de revisión e innovación que se manifiesta en el arreglo de las viviendas y el cambio individual que va desde la adquisición de la vestimenta personal hasta desechar viejos hábitos y el plantearse nuevos propósitos para el año que se inicia.
La Navidad como fenómeno psicosocial representa un espacio para la manifestación de toda la complejidad humana. En el ámbito emocional las expresiones pueden ir, desde la exaltación maníaca hasta la más profunda depresión, con todos sus matices afectivos intermedios. En el ámbito de las relaciones, las transacciones pueden ir desde la amorosa solidaridad del encuentro hasta la discordia homicida, dependiendo de las cualidades personales, estructurales y de la existencia de alteraciones del comportamiento previas a la festividad. En general y particularmente en Navidad el énfasis social está puesto en la alegría, la felicidad y la prosperidad, porque el signo de nuestro tiempo es el disfrute, la alegría aunque sea vacua y rehuir a cualquier atisbo de estar afligido. De la tristeza se habla como patología dentro de la Depresión Blanca o de Navidad, pero se hace poca referencia a las expresiones emocionales saludables, esas que responden a un motivo, que son intensas y breves, como la añoranza o la nostalgia navideña.
La nostalgia es esa tristeza dolorosa, profunda, intensa pero sosegada, que emerge de nuestro mundo interior dentro de ese proceso de revisión personal, característica de la época de Navidad. Se puede asociar a múltiples motivos, entre ellos al desgarro de la relación cotidiana por la separación inevitable y absoluta de la muerte de familiares, por la pérdida relativa de nuestros deudos o amigos, al igual que los espacios cotidianos y las experiencias gratificantes del pasado, por estar lejos de la casa materna o de la patria que es la casa grande. Es la tristeza con dolor agudo ondulante, discretamente expansivo, que se inicia en las vísceras, altera la respiración y llega a la garganta con una agitación cálida, íntima, silenciosa que se expresa en un llanto sublime, relajante, reparador. Vivencia que se cierra con un suspiro de renovación, de calma y aceptación de nuestra realidad personal y las sensaciones emocionales. Nos coloca en nuestro ahora existencial y nos plantea nuevos retos con base en el aprendizaje de la experiencia.
La Navidad venezolana de 2017 tiene muchos motivos de nostalgia, en la Nochebuena se bendecirá la mesa que evidencia no solo la escases de alimentos y bebidas tradicionales, sino también la ausencia de los niños que han fallecido por desnutrición o enfermedades prevenibles, los jóvenes que fueron asesinados en la vía pública para robarles su teléfono móvil o sus ideas políticas. De igual forma se echaran de menos con nostalgia y alegría a quienes se pusieron a salvo en otras tierras. Daremos gracias por estar vivos y celebrar el símbolo de la Navidad que es el nacimiento de la esperanza representada por Jesús de Nazaret, quien ilustró con su vida que la esperanza se construye con hechos concretos y con trabajo compartido. De esa forma un hombre con una misión clara y un equipo comprometido de 12 personas pudo dividir la historia de la humanidad en dos partes y crear una de las instituciones más poderosas del mundo, que ha sobrevivido a catástrofes naturales y humanas. Dentro de la tragedia nacional, al igual que la nostalgia, podemos sentir la alegría del reto que nos plantea la esperanza y sentirnos unidos por el vínculo del amor, que no tiene barreras geográficas y trasciende la muerte.