Pablo Canelones
La migración en términos amplios puede considerarse una expresión de esta
cualidad motora, como una actividad propia de los seres vivos, que tienen formas
diferentes en animales y en seres humanos en función de su desarrollo
evolutivo. Se puede definir como: la movilización voluntaria o instintiva de sujetos
solitarios o en grupos, desde su lugar de origen o asentamiento hacia otros
territorios por razones de: condiciones reproductivas, clima, depredadores,
agua y comida.
Los humanos, por ser una realidad no solo biológica sino también
psicosocial y antropológica, están envueltos en una compleja trama de
contenidos simbólicos personales, locales y universales, a los que responden
aún sin ser conscientes de ellos y con los que analizan la realidad del proceso
migratorio desde una perspectiva muy particular. En términos humanos la
movilización del lugar de origen o asentamiento habitual comprende una serie de
ganancias reales o percibidas, al igual que un conjunto de pérdidas absolutas y
relativas, que se acompañan de sentimientos de tristeza y culpa, que
constituyen el duelo migratorio.
El duelo es la reacción emocional de ternura, lástima, aflicción,
tristeza, culpa, autocompasión ante el dolor que significa la pérdida absoluta
o relativa de objetos amorosos, bien sean personas, animales, cosas o
construcciones simbólicas. Una de las pérdidas más evidentes de la migración es
la separación de la tierra patria, que es un referente material y simbólico,
vinculado con la representación de la madre y el padre, es una vivencia de
arraigo muy primitiva de carácter individual y universal. La tierra y la patria
son fundamentalmente los soportes que sirven de base para la vida, con todas
sus expresiones: afectos, recuerdos, sueños, pensamientos, aspiraciones,
realizaciones y un número inconmensurable de significados personales.
Para el mundo de las representaciones simbólicas donde transcurre la
mayor parte de la cotidianidad humana, la tierra es mucho más que la sustancia
material que nos soporta, es la representación de la madre deificada, que ha
sido venerada en todas las religiones del mundo. De acuerdo al relato bíblico la
tierra es la materia de la que fue hecho el hombre. Para los Tamanacos la
tierra fue el útero universal donde germinaron las semillas de Moriche que dio
origen a la humanidad por la acción del dios Amalivaca. La Gaia de los griegos es
la diosa de la Tierra de quien emanó Eros, el amor como principio creador de la vida, se ha
personalizado igualmente en la Pachamama andina, madre amorosa símbolo de la
armonía de la naturaleza. La patria simboliza el lugar de nacimiento del padre,
quien representa la autoridad, el conjunto de normas tradicionales, el
patriarca y su herencia material y espiritual simbolizada en el patrimonio o
herencia del padre en íntima comunión con la tierra.
Para las personas la salida de su país de origen de forma voluntaria o involuntaria
es una decisión ambivalente, pues implica un conjunto de ganancias y pérdidas,
que generan la movilización de diferentes pensamientos y estados emocionales típicos
del duelo, entre esas pérdidas está la tierra patria con toda la carga simbólica
y afectiva que tienen, que puede experimentarse con una sensación de ruptura o
desarraigo, una percepción subjetiva de “estar en el aire, como suspendido” que
unido a la pérdida del padre y la madre simbólicos se produce un sentimiento
íntimo, profundo, de orfandad.
Estos elementos son solo algunos de los componentes integrados en el
duelo por migración, que deben ser procesados adecuadamente, esto implica
hacerlos conscientes para afrontarlos, analizar las condiciones biográficas
contextuales que acompañan al proceso de emigrar, asumir la responsabilidad de
la decisión y las pérdidas implicadas. Identificar y expresar las emociones que
acompañan al duelo: la tristeza, la rabia, ligadas principalmente a las
decisiones forzadas por dificultades o agresiones del entorno, el miedo a las
nuevas condiciones geográficas y psicosociales desconocidas, la culpa que
supone el abandono de la tierra patria y la alegría por los logros obtenidos.
Superar el duelo supone un proceso complejo de reestructuración interna
con el fin de reparar las pérdidas al colocar la confianza y el amor en una
nueva tierra y una nueva patria que simbolizan a los padres adoptivos, con
quienes se establece un nuevo vínculo que puede ser tan estrecho como el
originario, que otorga una nueva posibilidad de arraigo que no sustituye o
traiciona a la tierra patria, sino que amplía los vínculos afectivos personales.
Es
de vital importancia el acompañamiento o asistencia psicosocial al emigrante y
sus familiares con fines preventivos o curativos ya que el duelo migratorio
implica una reestructuración personal y familiar muy compleja con montos de
sufrimiento variables, cuyo proceso de elaboración tiene una duración estimada
de tres años.
También le puede interesar en este blog:
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3.-La emigración como problema humano
4.-Consulta psicológica y psicoterapeutica presencial y a distancia
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