El contenido de toda
comunicación está compuesto por lo que se dice en forma explícita o implícita y
por lo que se omite o minimiza, por considerarse inadecuado, desagradable u
ofensivo. Cuando las personas se ven obligadas a hablar sobre temas que le
generan rechazo, temor o vergüenza, usan eufemismos y diminutivos. El eufemismo
es una expresión suave o decorosa de alguna idea cuya verbalización sería dura
o malsonante. Por otra parte, una de las funciones del diminutivo es minimizar
el impacto enojoso de la idea. Existen eufemismos y diminutivos para las
excreciones y secreciones humanas, la muerte, las enfermedades, los desechos,
los malos olores, algunas partes del cuerpo, el viejo, la vejez y para
cualquier otro tema que la sociedad considere escabroso.
De esta forma, cuando
alguien tiene que referirse a la muerte, en vez de nombrarla, dice “El se fue”
o “pasó de plano”. Para decir que alguien está enfermo y muy delicado, dice:
“está muy enfermito y muy delicadito”. Para referirse a los genitales, dice “sus
partes”, “aquello”, o “su intimidad”. Pero igual de duro, malsonante u ofensivo
se considera el tema de la vejez, y generalmente se hace referencia a ella
como: “la juventud prolongada” o “abuelitos” (aunque no tengan ni hijos ni
nietos) y cuando ya es irremediable catalogar a alguien como viejo se dice “El
es un viejito”, “Ella está viejita” o “es una doñita”. Estos eufemismos y
diminutivos usados para referirse a los viejos, ponen de manifiesto el rechazo
y los prejuicios sociales hacia la etapa de la vejez.
Ante la carga negativa de
la palabra “viejo o vieja” la Organización Mundial de la Salud, ha acuñado el
término técnico de “adulto mayor” para referirse a la etapa del envejecimiento
humano, que se inicia a los 60 años de edad. Sin embargo, el cambio de nombre
sin la modificación de la actitud negativa subyacente, no dejará de ser más que
un simple nominalismo. El nuevo término llegará a ser igualmente peyorativo, si
se sigue pensando en la vejez como una etapa caracterizada únicamente por
síntomas de diferentes patologías. Si se define la etapa en función de la
modificación de las cualidades motoras, sexuales, intelectuales, sociales y
económicas, que generan una visión estereotipada del viejo como: dependiente,
torpe, deteriorado, terco, improductivo, aislado e irrelevante.
Los prejuicios
negativos impiden ver que la vejez también es una etapa de realizaciones
personales en diferentes áreas y con importante poder de transformación social.
Por ejemplo: el Imperio Romano creó una estructura para regular y legislar que
llamó el Senado porque estaba integrado por personas seniles. La victoria de
los aliados en la Segunda Guerra Mundial fue organizada por tres líderes
viejos, Roosevelt con 63 años, era el menor y el mayor Churchill con 71 años.
En el campo de las letras Cervantes escribió la segunda parte del “Quijote” a
los 68 años, Benjamín Franklin inventó los anteojos bifocales a los 78 años,
Freud escribió “análisis terminable e interminable” a los 81 años, José Saramago publicó su
“Ensayo sobre la ceguera” a los 73 años. El Dr. J. Convit, estuvo al frente del
Instituto de Biomedicina hasta los 100 años. A estos pocos ejemplos, debemos
agregar los millones de viejos que son trabajadores, o son responsables del
hogar, cuidadores de familiares o amorosos guías de los niños de la casa.
Debemos rescatar la noble
cualidad de la palabra viejo o adulto mayor, para hacer referencia al último período
del desarrollo humano, que se inicia a los 60 años, junto al proceso de
envejecimiento, de duración variable y que culmina con la muerte. Envejecer no
es una indignidad, es un privilegio individual y social, porque implica un
largo recorrido no menor de 60 años, de experiencias vitales y realizaciones.
Es una etapa cualitativamente diferente, ni peor ni mejor que la niñez,
adolescencia o adultez, ya que todas tienen sus ganancias y pérdidas. El viejo transita
por un período lleno de dificultades, riesgos de enfermedades e inhabilitación,
pero también de nuevas oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Superar los
prejuicios y eufemismos implica reconocerse y presentarse como un ciudadano en
la etapa de vejez, sujeto de derechos, incluso de privilegios sociales por las
necesidades propias de la etapa, y por el aporte dado al desarrollo de la
sociedad.
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Atentamente
Pablo A Canelones Barrios