*PABLO A CANELONES BARRIOS
RESUMEN
La mirada y acción predominante en la atención médica, ha estado
dirigida a las variables biológicas de la enfermedad, su desarrollo técnico es innegable,
pero ha representado una hipertrofia del cuerpo a expensas de lo psicosocial.
Como respuesta se ha generado un discurso centrado en la enfermedad como un
fenómeno: biológico, psicológico, antropológico, y social, representado por el
enfoque bio-psico-social de Engel. La
psiconeuroinmunología se inscribe en esta visión amplia del proceso de
salud-enfermedad. Las investigaciones han evidenciado la existencia de
relaciones multidireccionales entre los diferentes sistemas, y las cualidades
estructurales y dinámicas de la vinculación entre los sistemas: nervioso,
endocrino e inmunológico. Este conjunto de evidencias se vieron coronadas con
un hallazgo que las reunió en un solo proceso de integración; el
condicionamiento de la inmunosupresión, realizado por Robert Ader y Nocholas
Cohen, que constituye uno de los hallazgos más significativos en el área de las
ciencias de la salud de los últimos 36 años, pues abrió la posibilidad de
influir con técnicas psicológicas ese sistema. No obstante la Psiconeuroinumnología
no es una especialidad asistencial, es un enfoque centrado en el estudio del
conjunto de interacciones entre los diferentes sistemas, se aspira que pueda
transformarse en el enfoque predominante de la asistencia a la persona con
enfermedad y de acciones de promoción de la salud. En consecuencia no tiene
métodos de exploración, ni terapéuticos propios, los médicos con su arsenal
terapéutico guían su acción desde el enfoque, al igual que los psicólogos, los
educadores y planificadores.
SUMARY
The look and predominant action on health care, has been directed to
the biological variables of the disease, its technical development is
undeniable, but it represented a hypertrophy of the body at the expense of the
psychosocial. In response it has generated a speech focused on the disease as a
phenomenon: biological, psychological, anthropological, and social, represented
by the bio-psycho-social Engel. Psychoneuroimmunology is part of this broad
vision of health-disease process. Research has proven the existence of
multidirectional relationships between different systems, and structural and
dynamic properties of the link between the systems: nervous, endocrine and
immune systems. This body of evidence were crowned with a finding that the
meeting in a single integration process, the conditioning of immunosuppression,
by Robert Ader and Cohen Nocholas, which is one of the most significant
findings in the area of science
health of the last 36 years, since opening the possibility of psychological
techniques to influence that system. Notwithstanding Psiconeuroinumnología is
not a specialty care, is a focus on the study of all interactions between
different systems, which aims to become the predominant focus of assistance to
the person with illness and promotion of health. Therefore no screening methods
or therapeutic own physicians with therapeutic arsenal guide their action from
the focus, like psychologists, educators and planners.
LA
PSICONEUROINMUNOLOGÍA, UN ENFOQUE DE LA
SALUD Y ENFERMEDAD
*PABLO
A CANELONES BARRIOS
*Psicólogo investigador del
Laboratorio de Psiconeuroinmunología
Profesor de la Cátedra de
Inmunología
Escuela de Medicina Dr. J.M.Vargas
UCV
Publicado
en el 14o Congreso Virtual de Psiquiatria.com. Interpsiquis 2013 disponible en www.interpsiquis.com - Febrero
2013
Psiquiatria.com
ANTECEDENTES
DEL ENFOQUE PSICONEUROINMUNOLÓGICO
El modelo médico predominante, que guía la acción de los equipos profesionales
que trabajan en las instituciones asistenciales atendiendo a las personas
enfermas, es esencialmente biológico, centrado en: el sistema, órgano, tejido,
células o mediadores químicos alterados, apoyados en los mecanismos de acción anatomo-fisiológicos
normales o patológicos, de acuerdo al enfoque heredado de René Descartes y
Julien de la Mettrie con su enfoque materialista-mecanicista y en la fisiología
experimental de Claude Bernald. Su desarrollo teórico y técnico es innegable pero
ha representado una hipertrofia del cuerpo y la enfermedad, a expensas del
descuido del estudio de las variables psicosociales y la generación de un cuerpo
teórico y técnico sobre la salud y el bienestar humano, desligado de la acción
asistencialista o prescriptiva.
Paralela a esta mirada, se ha generado un discurso alternativo proveniente
del ámbito de la clínica médica, específicamente de la medicina interna relacionadas
con otras disciplinas como: la antropología, psicología, sociología, cuya
teorización se ha centrado en la enfermedad como un fenómeno que pone en
evidencia la participación de las cualidades psicológicas, antropológicas,
sociales y espirituales. Los soportes colectivos de este enfoque son: la
medicina antroposófica, de Rudolf Steiner, con su énfasis en la espiritualidad
del hombre; los postulados de la medicina antropológica, representada por
Weizsacker, su fundador, quien introduce al ser humano como centro de la acción
médica, la medicina psicosomática de Franz
Alexander y Flanders Dunbar en los Estados Unidos, influenciados por los
avances teóricos del psicoanálisis de Freud, la fisiología experimental, con los
trabajos sobre el estrés, de Cannon y Selye y los importantes aportes de la
escuela de Pavlov, con el enfoque cortico visceral, y el condicionamiento de
las funciones fisiológicas, conjuntamente con los aportes de la sociología,
para explicar la influencia de variables sociales en la morbi-mortalidad de los
grupos humanos, que se materializó con la Epidemiología social, término acuñado
en 1950 (1)
Como fruto de estos planteamientos
teóricos y experimentales, se introdujo dentro de la medicina, una actitud
psicosomática, que no logró materializarse como forma científica y técnica
predominante de comprender y tratar al enfermo, por la dificultad de expresar
sus postulados en un código bioquímico (lenguaje inteligible de la ciencia
médica positiva), no obstante quedó latente como una actitud general ante la
persona enferma, e influyó en la formulación de un nuevo paradigma en la
medicina; el enfoque bio-psico-social de Engel, propuesto para explicar la
salud y enfermedad en un contexto más amplio de variables y aplicarlo a los
diferentes niveles de atención (2)
Hubo que esperar al desarrollo de la
biología celular, las neurociencias, la inmunología y la demostración de un
enlace reproducible experimentalmente en condiciones controladas de
laboratorio, para legitimar con un modelo explicativo, de base molecular, los
hallazgos obtenidos con modelos teóricos, cuasi-experimentales,
correlacionales, o clínicos, por medio de una nueva disciplina científica, la
psiconeuroinmunología.
La psiconeuroinmunología ha generado un
importante cúmulo de información sobre múltiples variables relacionadas con el
sistema inmune, que pueden nutrir una visión amplia del proceso de enfermedad y
de salud, como dos cualidades sustantivas. La primera investigación que reporta
la literatura científica dentro del campo de la psicoinmunología, fue realizada
en 1919 por Ishigami, en Japón, sobre la influencia de las actitudes
psicológicas, en el sistema inmune de las personas con tuberculosis pulmonar
(3) Esta enfermedad fue un excelente modelo para la investigación de las interacciones
entre las variables biológicas y las psicológicas, sociales y antropológicas, que
se pusieron de manifiesto en la actividad clínica y fueron igualmente
ilustradas en la literatura desde el siglo XIX con la publicación de “La Dama
de las Camelias” de Alejandro Dumas. En 1951 Day publicó una serie de
observaciones sobre la influencia de variables psicológicas en la evolución de
la tuberculosis (4). En la década de los 20 ocurrió un hecho que precedió a la
conformación de la medicina antropológica y psicosomática, pero que pasó
inadvertido por la comunidad científica de la época, y fue la elaboración de un
protocolo de investigación, que puso en evidencia por primera vez la
posibilidad de establecer un condicionamiento del sistema inmunológico,
realizado por los soviéticos Metalnicov y Chorine, en el instituto Pasteur de
París, quienes demostraron en un modelo experimental con cobayos, el aumento de
la respuesta inmunológica ante un estímulo condicionado y la resistencia a una
dosis letal de cólera (5) En la década de los 50 y 60 se hicieron aplicaciones
psicoterapéuticas para controlar alteraciones somáticas relacionadas con el
sistema inmune, como la utilización de la hipnosis para hacer desaparecer las verrugas,
protocolo realizado inicialmente por Sinclair-Gieben y Chalmers, con excelentes
resultados, que publicaron en Lancet (6) en ese mismo año se publicó una
revisión crítica en Psychosomatic Medicine, sobre la psique, la sugestión y las
verrugas, en donde se hacía referencia a las cualidades de sugestibilidad del
paciente y del curador que hacían posible la desaparición de las verrugas, pero
en ese momento se desconocía el mecanismo inmunológico involucrado en el
proceso terapéutico (7)
Los pioneros de la psiconeuroinmunología
se habían formado con la influencia del enfoque psicosomático, y habían
realizado investigaciones en el área de la salud y enfermedad, con aproximaciones
a variables inmunológicas de interés clínico o experimental. En 1964 Solomon y
Moss publicaron un artículo donde relacionaban las variables: emoción,
inmunidad y enfermedad, en donde, además de hacer algunos aportes teóricos
especulativos sobre una visión integradora de dichas variables, acuñaron por
primera vez el término de psicoinmunología (8). Otros investigadores, abordaron
el problema de explicar una evidencia clínica cotidiana, como es: la capacidad
de un estímulo simbólico para generar una respuesta fisiopatológica de tipo
alérgico, con manifestaciones respiratorias, en piel u otra zona del cuerpo y las
conclusiones de los estudios se asociaron con mecanismos inmunológicos (9) de
igual manera se abordó la respuesta diferencial de anticuerpos en situaciones
de estrés (10) el impacto de las experiencias estresantes tempranas en la
respuesta inmune, en modelos experimentales con ratas (11). Por su parte Robert
Ader realizó paralelamente algunos protocolos de investigación sobre la
influencia del entorno social y el manejo de las emociones en la diabetes, (12).
Estudió los efectos del entorno social en la mortalidad diferencial, en
animales expuestos a radiación (13). Reportó las erosiones gástricas en ratas,
como consecuencia del estrés por inmovilización, en diferentes puntos del ciclo
de actividad (14). Las experiencias estresantes tempranas y los niveles de
susceptibilidad al desarrollo de tumores en modelos experimentales con animales
(15). Todos estos hallazgos apoyaban cada vez con mayor fuerza la hipótesis de
la posible influencia de variables psicosociales en el sistema de defensa, que
en esa época se consideraba autónomo a las influencias psicosociales.
LA
PSICONEUROINMUNOLOGIA
La palabra psiconeuroinmunologia
apareció por primera vez en el compendio publicado por Robert Ader, Nicolas
Cohen y David Felten en 1981, para designar un campo de estudio relativo a el
conjunto de interacciones que establece el sistema inmunológico con el ambiente
interno y externo al individuo, para generar su acción, y se postuló que el
sistema inmunológico constituye un sistema único e integrado de defensa, con la
participación de la las variables psicosociales, el sistema nervioso y el
sistema endocrino, con relaciones bidireccionales que se verifican a nivel
estructural y bioquímico (16). Esta primera publicación congregó un conjunto de
investigaciones en el área, con las descripciones de las bases fundamentales de
las relaciones existentes entre el sistema inmune y los otros sistemas, además
delineó un objeto de estudio particular, lo que generó la fundación en 1983 de
la Psychoneuroimmunology Research Society, que celebró su primer congreso
internacional en el año de 1986 y un año después, en 1987 se fundó la revista
Brain Behavior and Immunity, órgano oficial de la citada sociedad científica.
En el editorial del primer número de
Brain Behavior and Immunity se esbozan las inquietudes que convocan a la
organización de esfuerzos para investigar en el campo de la
psiconeuroinmunologia, se aseguraba que el conocimiento que se tenía hasta el
momento no era suficiente para explicar: ¿por qué estímulos inmunológicamente
neutros pero emocionalmente intensos son capaces de producir reacciones
alérgicas?¿por qué pueden hacerse desaparecer las verrugas bajo hipnosis?¿por
qué el ambiente social puede determinar la respuesta individual a enfermedades
infecciosas?¿por qué virus latentes dan lugar a enfermedades manifiestas bajo
circunstancias estresoras para el organismo infectado?¿por qué al ser expuestos a los mismos agentes
infecciosos sólo enferman algunos individuos? (17).
En la
actualidad, hay grupos de estudio y laboratorios de psiconeuroinmunología en
centros de investigación y docencia en todos los continentes y han generado un
volumen de información abrumadora sobre los temas más diversos relativos a la
salud y la enfermedad. En Venezuela, en el año 1995 iniciamos un protocolo de
investigación con niños con asma que publicamos en 1999 en Brain Behevior and
Immunity (18) y fundamos en 1997 el Laboratorio de Psiconeuroinmunología en el
Instituto de Biomedicina de de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Actualmente, hay grupos trabajando en el área, en el Centro de Investigaciones
Psicológicas de la Universidad de Los Andes (ULA) y en la Universidad Simón
Bolívar (USB), entre otras.
EVIDENCIAS
CIENTÍFICAS
Todos estos antecedentes, fueron
nutriendo un espacio de investigación que fue evidenciando, no solo la
existencia de relaciones multidireccionales entre los diferentes sistemas, sino
también las cualidades estructurales y dinámicas de esa vinculación, entre las
variables psicosociales y los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico. Estas
evidencias científicas obtenidas a partir de la década de los 70, se pueden
dividir en: anatómicas, fisiológicas, funcionales y psicológicas, de acuerdo a
las unidades de análisis, utilizados para abordar el problema.
Evidencias
anatómicas:
Están referidas a la descripción del conjunto
de relaciones anatómicas, entre el sistema nervioso central y los órganos primarios
y secundarios del sistema inmune, principalmente descritas por David Felten y su
equipo, quienes describieron la existencia de
fibras nerviosas noradrenérgicas del sistema nervioso simpático, que inervan
tanto la vascularización del parénquima, como los campos de los linfocitos y
las células asociadas en varios órganos linfoides, primarios (timo y médula
ósea) y secundarios, (bazo, ganglios linfáticos, tejido linfoide asociado al
intestino) en una variedad de especies de mamíferos, con un complejo tejido de
conexiones estructurales entre el sistema nervioso y los órganos y células del
sistema inmune, adicionalmente las observaciones inmunocitoquímicas, han
revelado la presencia de neuropéptidos en el timo y el bazo (19, 20, 21)
Evidencias fisiológicas:
Este cúmulo de hallazgos, van dirigidos a describir la
dinámica de las interacciones a nivel bioquímico, con base en las estructuras anatómicas
existentes. En la actualidad hay pruebas abrumadoras de que las citoquinas,
hormonas y neurotransmisores péptidos, así como sus receptores, son endógenos a
los sistemas cerebrales, endocrino e inmunológico y han sido descritas
principalmente por Edwin Blalock, quien afirma que estos productos químicos y
sus receptores se utilizan como un lenguaje bioquímico común para la
comunicación dentro y entre los sistemas inmune y neuroendocrino. Este tipo de
comunicación sugiere un papel inmunorregulador para el cerebro y una función
sensorial para el sistema inmunológico. Cuando se logren establecer claramente
estos circuitos, se va a transformar drásticamente la comprensión de la
fisiología y pueden afectar profundamente el tratamiento de las enfermedades
humanas.
Las evidencias experimentales indican que las células
de los órganos primarios y secundarios del sistema inmune pueden producir
hormonas, neuropéptidos y neurotransmisores (22, 23, 24). También se ha
establecido que los leucocitos expresan receptores en la membrana para una
diversidad de hormonas, neuropéptidos y neurotransmisores, (22,25). Hay evidencias
que indican que las hormonas, neuropéptidos y neurotransmisores tienen efecto
inmunoregulador (26, 27). Igualmente se ha generado un volumen considerable de
evidencias que demuestran que el cerebro, por medio de las estructuras del sistema
nervioso, como la neuronas y células gliales, producen citoquinas inmunológicas
(28, 29, 30). Evidencias que indican que las citoquinas leucocitarias tienen
efecto sobre el sistema neuroendocrino (31, 32).
En esta misma línea en 1985, Candace
Pert, descubrió que receptores de neuropéptidos específicos se encuentran
presente en las paredes celulares del sistema inmune y el cerebro, (33) igualmente
descubrió neurotransmisores que actúan directamente sobre el sistema inmune, lo
que muestra la íntima relación con las emociones y sugiere mecanismos mediante
los cuales las emociones y la inmunología son profundamente interdependientes (34).
Existe también un número significativo de evidencias
experimentales que indican que la comunicación entre el sistema inmune y el
sistema neuroendocrino es bidireccional, como un mecanismo de inmunoregulación,
tal como se comprobó, con modelos animales, que la respuesta inmune induce
respuestas endocrinas (35) igualmente los productos liberados por las células
inmunológicas activadas, durante la respuesta inmune, induce respuestas
autonómicas que contribuyen a la inmunoregulación, (35, 36) también se ha establecido que la respuesta
inmune, induce cambios en el sistema nervioso central; la primera evidencia en
este sentido, fue el aumento de más del 100% de la actividad eléctrica de las
células del núcleo ventromedial del hipotálamo durante la respuesta de defensa
ante un antígeno (37) estas interacciones implican la existencia de mensajeros
aferentes derivados del sistema inmunológico, tales como linfocinas y
monocinas, capaces de integrar circuitos neuroendocrinos inmunes. (36, 38)
Evidencias
funcionales:
Las relaciones funcionales entre el
sistema nervioso y el sistema inmune se pusieron en evidencia con la
destrucción o cloqueo por medios físicos o químicos de algunas zonas
cerebrales, que se observó que cursan con alteraciones selectivas de algunos
componentes del sistema inmune, por ejemplo se ha observado que la hipofisectomía de ratas Fischer 344 de ambos sexos,
llevó a una involución rápida del timo y el bazo, que se asoció con una
profunda disminución de la síntesis de ADN espontánea en estos órganos. La
proporción de linfocitos B en el bazo, las células T y sus subpoblaciones (CD4
+ / CD8 +) en el bazo y el timo, y la estructura histológica de los órganos de
involución se mantuvo normal (39). Igualmente lesiones del hipotálamo generan
una variedad de alteraciones en el sistema inmune, entre ellas: la disminución
de la hipersensibilidad retardada, producción de anticuerpos, anafilaxia y
rechazo de trasplantes. (40, 41, 42). También se ha reportado
alteraciones en el número de células esplénicas en función de la destrucción
del hipocampo o de otras regiones cerebrales (43). Existen
también reportes experimentales de la influencia de la lateralidad de algunas
zonas cerebrales y la modificación de algún tipo de respuesta de las células T,
en función de la destrucción de la neocorteza cerebral izquierda o derecha. (44,
45)
Evidencias
Psicológicas:
Este conjunto de evidencias se vieron
coronadas con un hallazgo que las reunió en un solo proceso de integración; el
condicionamiento de la inmunosupresión del sistema inmune realizado por Robert
Ader y Nicholas Cohen de la Universidad de Rochester, mediante un protocolo de
condicionamiento clásico, donde se asoció el agua con sacarina y un
inmunosupresor, la ciclofosfamida y ante la reexposición de los animales sólo
al agua con sacarina, se obtuvo la respuesta condicionada de inhibición de la
respuesta inmune (46). Este hallazgo representó un paso fundamental en el campo
de la ciencia y generó una revisión de la idea de la autonomía del sistema
inmunológico, que se había dado por cierta en ese campo del conocimiento y
abrió un espacio de aplicaciones clínicas; una de las primeras fue el
condicionamiento de la inmunosupresión para tratar una enfermedad autoinmune,
parecida al lupus eritematoso sistémico, en un modelo experimental con ratones
hembras híbridas NZBXNZW, susceptibles al lupus, cuya enfermedad fue modificada
radicalmente con la reexposición sólo al agua con sacarina que generó
inmunosupresión por asociación con ciclofosfamida, mediante un protocolo de
condicionamiento clásico. (47)
De la misma forma el sistema inmune es susceptible a
ser condicionado para inmunoactivarse, como lo demostraron Ghanta y Col con un
modelo experimental con implante de sarcoma, y asociaron el olor a alcanfor con
un estimulante de la actividad de los linfocitos NK, el ácido polinosínico
policitidílico, al ser reexpuestos sólo al olor a alcanfor, se obtuvo elevación
significativa de la actividad de los linfocitos NK (48). En un estudio
posterior, el mismo estímulo incondicionado fue asociado con diversas
respuestas condicionadas, por ejemplo se realizó un condicionamiento de la respuesta de las NK,
utilizando una asociación de agua con sacarina, con un inmunosupresor y un inmunoestimulador
de las células NK, y se obtuvo la respuesta condicionada esperada en ambos
casos. (49)
CONSECUENCIAS Y APLICACIONES
DEL CONDICIONAMIENTO
El descubrimiento de la posibilidad de
condicionar el sistema inmune es uno de los hallazgos más significativos en el
área de las ciencias de la salud de los últimos 36 años, ya que demostró la
íntima relación psique-soma del ser humano, y rompió con el paradigma de un
sistema inmune autónomo y autoregulado, lo que abrió la posibilidad, de poder
influir con técnicas psicológicas a ese sistema, para potenciarlo y que realice
su acción más eficientemente contra
virus, hongos, bacterias y células tumorales o para inhibirlo, en el caso de
enfermedades autoinmunes o trasplantes de órganos, para evitar el rechazo y en
términos más generales, influir sobre las contingencias ambientales para
propiciar el óptimo desarrollo y funcionamiento del sistema defensivo.
Teniendo en cuenta los
postulados de la psiconeuroinmunología, de que los mecanismos homeostáticos son
el producto de un sistema integrado de defensa, de los cuales el sistema
inmunológico es un componente crítico, junto al nervioso y endocrino, que
permite a cada sistema controlar y modular las actividades del otro, no es de
extrañar entonces que la reactividad inmunológica puede ser influenciada por
las experiencias estresantes de la vida, asociadas con procesos inmunológicos
como una forma de condicionamiento pavloviano (50). Otro aspecto importante a
considerar es la asociación entre situaciones ambientales generales y variables
inmunológicas, ya que se ha demostrado el condicionamiento de variables
relevantes del contexto con respuestas orgánicas y este fenómeno es lo que
podría explicar las nauseas anticipatorias, que se producen al ser expuesto al
contexto hospitalario donde se experimentaron inicialmente y se condicionaron (51).
Se ha demostrado la inmunosupresión condicionada con el uso
de la asociación de la ciclofosfamida con el agua endulzada con sacarina, para
obtener una respuesta de inmunosupresión. Se han examinado las áreas del
cerebro que procesan funciones de tipo cognoscitivo y emocional, que podrían
estar relacionadas con el proceso del condicionamiento de la inmunosupresión:
la corteza insular (CI), es esencial para adquirir y evocar esta respuesta
condicionada del sistema inmune, la amígdala (AM), parece mediar la entrada de
la información visceral necesaria en el momento de adquisición del
condicionamiento y el núcleo ventromedial del hipotálamo (NMH), parece
participar dentro de la vía de salida para el sistema inmunológico necesaria
para evocar la respuesta inmune del comportamiento condicionado. (52)
Es una experiencia clínica
documentada, el desencadenamiento de una crisis de asma o alergia, por la
presentación del alérgeno en alguna forma de representación simbólica, o mediante
la re-experimentación de la situación psicosocial que desencadena las crisis,
en la actualidad a la luz del condicionamiento, se pueden explicar estos
fenómenos como procesos de aprendizaje, ya que la secreción de los mediadores
químicos de los mastocitos se ha condicionado ante un estímulo audiovisual
neutro, asociado con un antígeno inyectado (ovoalbúmina), los mastocitos
respondieron sólo ante el estímulo audiovisual con la producción de (proteasa
II) como lo hacen ante la presencia del antígeno (53).
Esta cualidad
indica que el sistema inmune está influenciado por las contingencias
ambientales, tanto físicas como psicosociales y dejan una huella de aprendizaje
más o menos permanente en el sistema, como lo han reportado los estudios con
primates separados de las madres, en los que se pudo apreciar proporciones
significativamente bajas de células CD8 y menor actividad de las células NK, y
el regreso con sus madres un año después, no se tradujo en una recuperación de
la respuesta inmune normal, lo que indica que las experiencias tempranas
altamente estresantes pueden tener efectos duraderos en el sistema inmune (54).
Esta cualidad, podría explicar también, en parte, el por qué ante los mismos
agentes patógenos unos enferman y otros no, o ante la misma carga genética unos
desarrollan la enfermedad y otros no, tal como se ha reportado en estudios con
familiares de personas con artritis reumatoide, que poseen el factor reumatoide
en suero, pero no tienen la enfermedad, ni presentan alteraciones en su perfil psicológico,
(55) resultados similares se han reportado, en los que se mencionan a las
variables psicológicas como criterio fiable, para identificar a las personas
con la enfermedad y a las portadoras del factor pero sin la enfermedad (56).
Las emociones negativas
y las experiencias estresantes pueden estimular la producción de citocinas
proinflamatorias, que influyen en una serie de enfermedades cuya aparición y
evolución pueden estar influenciadas por el sistema inmune, la inflamación se
ha relacionado con un espectro de condiciones asociadas con el envejecimiento,
las enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis, la artritis, la diabetes
tipo 2, ciertos tipos de cáncer, la enfermedad de Alzheimer, deterioro
funcional y la enfermedad periodontal (57). Para hacer frente a estas
situaciones se pueden utilizar técnicas que disminuyan la activación
fisiológica del estrés, como el apoyo social, que disminuye las emociones
negativas y mejoran la salud, a través de su impacto positivo en la regulación
inmune y endocrina. Los investigadores también han utilizado una serie de
diversas estrategias para modular la función inmunológica, incluyendo la
relajación, la hipnosis, el ejercicio y el condicionamiento clásico (58).
Esta capacidad
de aprender del sistema inmune, ha abierto un espacio de aplicación clínica muy
prometedor en diferentes campos asistenciales, una de las aplicaciones
iniciales fue la reproducción del efecto placebo, para generar diseños de
tratamientos farmacológicos, con la inclusión deliberada de placebos
condicionados para disminuir, por ejemplo, las dosis de corticosteroides y sus
efectos colaterales a largo plazo (59). Otra aplicación exitosa ha sido la
inmunoterapia condicionada, que se demostró en animales de experimentación, con
linfoma implantado, y fueron tratadas con células normales alogénicas DBA/2 del
bazo, cuya administración fue asociada con olor a alcanfor, cuatro veces.
Después de esto los animales condicionados fueron reexpuestos al olor a
alcanfor solamente. En todos, se observó un retraso en el crecimiento tumoral y
en algunos casos, el grupo condicionado presentó un mejor desempeño que el
grupo de control con inmunoterapia, estos resultados indican que la
inmunoterapia condicionada puede ser un recurso terapéutico viable (60).
Sin embargo no
podemos explicar todavía muchos de los procesos de aprendizaje inmune ya que;
los efectos del condicionamiento y el "estrés" en la modulación de la
respuesta inmune dependen claramente las siguientes condiciones: 1) la calidad
y cantidad de las intervenciones conductuales, 2) la calidad y cantidad de
estimulación antigénica, 3) la relación temporal entre la conducta y la
estimulación antigénica, 4) la naturaleza de la respuesta inmune involucrada 5)
el tiempo de muestreo del compartimiento inmunológico que se mide, 6) una
variedad de factores del huésped, tales como especies, cepas, edad 7) las
interacciones entre estas variables. Estos factores nos muestra la complejidad
del proceso de aprendizaje que se verifica en forma espontánea con las
contingencias ambientales en el caso de las situaciones estresantes, y las
variables a considerar cuando lo queremos reproducir deliberadamente. Muchas de
las vías neuronales o neuroendocrinas involucradas en la alteración del
comportamiento de la respuesta inmune aún no se conocen. Por lo tanto,
necesitamos estudios que proporcionen un análisis paramétrico de las
condiciones del estímulo, neuroendocrino y del estado inmunológico en el que se
superponen con las respuestas que se están condicionando (61).
Uno de los
primeros protocolos de condicionamiento con sujetos humanos sanos para
demostrar la inmunosupresión, se acondicionaron en cuatro sesiones durante 3
días consecutivos, con el fármaco inmunosupresor ciclosporina A, asociado con
una bebida con sabor distintivo, cada 12 h. La siguiente semana se realizó una
re-exposición a la bebida de sabor distintivo y un placebo. Se generó una
respuesta de inmunosupresión condicionada, según el análisis de la expresión
del ARNm de (IL-2) e (IFN-γ), la producción intracelular y la liberación in
vitro de (IL-2) e (IFN-γ), así como la proliferación de linfocitos. Estos datos
demostraron por primera vez que la inmunosupresión puede ser condicionado en
los seres humanos (62).
Con protocolos
de inmunosupresión condicionada, se ha logrado una inhibición significativa de
la interleuquina (IL-2) e interferón (IFN-γ) por las células T de ratas y
humanos, simulando el efecto de la ciclofosfamida, solo con la presentación del
estímulo condicionado (EC). Más importante aún, una supresión similar se
observó después de una segunda exposición, sin reforzar el (EC) que fue
separada de la primera evocación por un intervalo de 6 días (para las ratas) y
11 días (para los humanos). Lo que demuestra
que una inmunosupresión aprendida puede ser recordada en varias ocasiones, lo
cual es un requisito previo importante para la aplicación de los paradigmas de
condicionamiento como terapia adyuvante (63). Los procesos de condicionamiento
son uno de los principales mecanismos de la respuesta placebo. Se ha demostrado
que la inmunosupresión sobre comportamientos condicionados puede atenuar la
exacerbación de enfermedades autoinmunes, la supervivencia de injertos y
prolongar el tiempo del periodo intercrítico de la respuesta alérgica (64).
Existe una
abrumadora producción de conocimiento en el área del condicionamiento de la
respuesta inmune, que están perfilando a la inmunología conductual como un
espacio de aplicación clínica bien definido.
EL
SISTEMA INMUNE COMO UN SISTEMA SENSORIAL
Uno de los descubrimientos, verdaderamente notables en
la biología moderna, es la verificación de que el sistema nervioso y el sistema
inmunológico utilizan un lenguaje bioquímico común para la comunicación intra e
inter-sistema, por medio de un conjunto de péptidos, neurotransmisores
peptídicos y citoquinas, producidos por ambos sistemas, que actúan sobre un
repertorio común de receptores, que se trasladan por vía física y humoral para
verificar la comunicación bidireccional. Este complejo sistema de superinformación
y regulación (65), ha llevado a considerar al sistema inmune, no sólo como un
sistema de defensa del organismo, sino también como un sexto sentido, con gran
sensibilidad y especificidad, para detectar y avisar al sistema nervioso de la
presencia de entidades, tales como: virus, hongos, bacterias, y células
tumorales, que son imperceptibles para los sentidos clásicos. (66).
El sistema inmune integrado a los sistemas nervioso y
endocrino, en comunicación permanente, configuran una gestalt. Es decir, un
sistema integrado de gran complejidad (67), que funciona como un sexto sentido,
que informa al organismo con una codificación diferente a la forma como usualmente
conocemos nuestro entorno, ya que, por tratarse de realidades que se verifican
dentro del organismo, no se pueden escuchar, ver, oler, saborear ni tocar; no
obstante el sistema nervioso no solo decodifica el mensaje con exactitud, sino
que adicionalmente elabora una respuesta con las cualidades requeridas para movilizar
al cuerpo a responder a este tipo de desafío defensivo, (68) que puede ser una
respuesta efectora, bioquímica o conductual.
Un ejemplo
ilustrativo de esta forma de comunicación y respuesta efectora del organismo,
es el síndrome del comportamiento de la enfermedad o “sickness behavior”
caracterizado por: fiebre, anorexia y letargo, descrito inicialmente en los
animales enfermos. Este comportamiento es una respuesta conductual a la
necesidad del sistema inmune de disponer de mayor energía para realizar el
proceso defensivo, limitando las otras actividades no esenciales para el reto
inmune y está determinado por varias citoquinas secretadas por los leucocitos
en su proceso de defensa, los cuales incluyen la interleuquina (IL-1b, IL-6) y
factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α).
Estas citoquinas son secretadas por las células fagocíticas mononucleares
activadas.
Debido a que el
síndrome del comportamiento de la enfermedad, es una respuesta que modula el
sistema inmunológico y mejora la recuperación, la interacción entre el sistema
inmunológico y el sistema nervioso central es una parte esencial de la defensa
del huésped contra los microorganismos patógenos en general, lo que demuestra
que el comportamiento de la enfermedad: 1) es un estado motivacional, 2) es una
respuesta adaptativa bien organizado a la infección, (3) las citoquinas
producidas por leucocitos activados inducen el comportamiento de la enfermedad
y 4) las citoquinas transmiten mensajes desde la periferia hasta el cerebro
mediante las vías humorales y neurales (69).
En los humanos,
el comportamiento de la enfermedad se manifiesta por: anorexia, fiebre,
letargo, disminución de actividades cognitivas y reducción de actividades
sociales, todos estos síntomas se pueden inducir en sujetos sanos con
inyecciones periféricas y centrales de lipopolisacárido (LPS), un inductor de
citoquinas, y recombinantes de citoquinas proinflamatorias como la
interleucina-1 beta (IL-1 beta). Existen evidencias de que los diferentes
componentes de comportamiento de la enfermedad son mediados por diferentes
citocinas y que la importancia relativa de estas citoquinas, no es igual en los
compartimientos de citoquinas periféricas y centrales (70). Estas evidencias
pueden indicar la especificidad de la comunicación bioquímica que efectúa el
sistema inmune con el sistema nervioso, que podría ser percibido por la conciencia
de una manera diferente a la mediada por los sentidos tradicionales.
Esto podría
explicar una realidad clínica bastante frecuente que se manifiesta con la
insistencia de algún consultante a ser examinado, aún con síntomas subjetivos
muy leves, de alguna alteración focalizada en algún lugar del cuerpo y que
luego de un examen riguroso se encuentra algún proceso incipiente, en etapas
muy tempranas y aún sin manifestaciones clínicas evidentes, pero que han sido
suficiente para ser percibidas por el sistema inmune, incluso con localización exacta
y estructurar la conducta de alarma que impele a la solicitud de ayuda. El
síndrome del comportamiento de la enfermedad es característico de los procesos
neoplásicos, que puede mantenerse a lo largo del curso de la enfermedad (71) y con
mucha frecuencia es su primera manifestación clínica de baja intensidad.
El
SISTEMA INMUNOLÓGICO NÚCLEO DE LA ENFERMEDAD
El sistema inmune, como todo
sistema abierto tiene la particularidad de perder el equilibrio dinámico,
propio de la homeóstasis, en función de las vicisitudes de la psique, en cuanto
a su esfera emocional inmediata o por la anticipación de situaciones futuras
amenazantes o re-experimentación cognitiva y afectiva de hechos pasados traumáticos.
Todas estas situaciones de sufrimiento las expresa el sistema inmune con un
lenguaje propio y diversos mecanismos bioquímicos inmunoreguladores.
Se ha demostrado que frente a un evento estresante,
particularmente si éste es evaluado como: amenaza, daño o pérdida (72) y
acompañado de una reacción emocional de: ansiedad, depresión, angustia y/o
desesperanza, sin posibilidad de control, unido a un predominio de emociones
negativas, se activa el eje hipotálamo–pituitaria–adrenal (eje HPA) que conduce
a la liberación de cortisol y catecolaminas en las glándulas suprarenales que
son fuertes supresores de la respuesta inmune (73, 74, 75). No obstante existen
otros mecanismos regulatorios involucrados en diferentes eventos estresantes,
cuyos detalles se desconocen.
La literatura reporta una serie de asociaciones
entre diversos eventos estresantes y alteraciones en algunos componentes del
sistema inmune; como en el duelo, en donde se ha encontrado disminución de la
actividad de las células NK (76) en personas con HIV que experimentan dolor e inadaptación por duelo,
muestran pérdidas más rápida de las células T, CD4, incluso con independencia
de la edad, el estado de salud, el uso de antirretrovirales, y el abuso de
drogas ilícitas (77) la psicoterapia y los modos de afrontamiento tienen un
efecto amortiguador en el impacto inmunológico (78).
Otro de los eventos vitales es el divorcio, y las
relaciones maritales conflictivas, que generan principalmente en las mujeres, mayor
nivel de inhibición de la respuesta inmunológica, incluyendo caídas en el
número y actividad de las células NK (79) igualmente se ha reportado que las pacientes separadas al momento del diagnóstico de
cáncer tenían menor tiempo de supervivencia, que las viudas, divorciadas, y personas
que nunca se habían casado (80). En hombres también se ha reportado
alteraciones inmunes luego del divorcio, (81) y el impacto del divorcio y la
tensión marital se pueden apreciar en las consecuencias fisiopatológicas que generan,
incluso en adultos mayores (82).
En la depresión y ansiedad crónicas, en donde se ha
señalado el efecto inmunosupresor de estas situaciones (83), han reportado
menor cantidad de monocitos y mayor cantidad de eosinófilos, (84) y menor
actividad de las células NK, los
resultados experimentales indican que los trastornos psicológicos y los
síntomas depresivos pueden predecir la disminución significativa de la
actividad de las células NK, de la misma forma se
ha reportado aumento significativo de interleuquinas proinflamatorias, tales
como el TNF-α,
en situaciones de amenaza social (85), lo que parece indicar que el sistema
inmune responde de la misma forma, ante situaciones estresantes percibidas o
anticipadas.
El estrés laboral y la pérdida del empleo o la inestabilidad
en el puesto de trabajo, se consideran graves situaciones de estrés, que incluso
aumentan el riesgo de suicidio, bajo ciertas condiciones situacionales (86) y que
pueden afectar tanto a los sistemas neuroendocrino e inmunitario, y
manifestarse por reacciones tales como: reacción lenta ante los mitógenos (87) y/o
disminución de la actividad citotóxica de las células NK, como se ha informado
en los trabajadores desempleados o en los que perciben alta inseguridad en el
empleo y/o estrés en el trabajo. Aunque los factores genéticos tienen un papel
clave en la patogénesis de enfermedades autoinmunes, el estrés en el trabajo se
ha relacionado con una mayor incidencia de trastornos autoinmunes. El impacto
de evento estresante en las células NK, es tal, que se considera que las
células NK pueden ser incluidas en los programas de salud laboral, como un
índice indirecto del trabajo estresante. (88).
El impacto de este evento estresante se puede expresar también en los hijos de
los padres desempleados, quienes pueden presentar una reducción promedio del
4,5% del peso al nacer (89).
También hay evidencias que señalan que el sistema
inmune puede ser conmovido por los trastornos mentales, que son capaces de aumentar
la vulnerabilidad ante las enfermedades y a condicionar el curso de las mismas.
Por ejemplo, los trastornos depresivos o los desordenes de ansiedad, como el trastorno por estrés
postraumático, tal como se ha reportado en protocolos de investigación
posterior a un desastre como el terremoto de Los Angeles en 1994 (90) y
el huracán Andrew en 1995, (91) en los cuales se demostró: disminución de las
subpoblaciones celulares, CD4, CD8, Natural Killer y una disminución de la
respuesta a mitógenos PHA y PWM. Dichas alteraciones pueden permanecer por un
período de hasta dos años después de la ocurrencia del evento estresante y se
han relacionado con la activación fisiológica del estrés en forma crónica, capaz
de facilitar el aumento de diferentes patologías orgánicas, tales como: la
diabetes, los problemas cardiovasculares, autoinmunes, digestivos, y el cáncer,
aunque con mayor controversia (92, 93, 94, 95, 96, 97). Igualmente hay
evidencias que apoyan la hipótesis de la participación del sistema inmune en el
conjunto de variables etiológicas de los trastornos psiquiátricos, tales como
la esquizofrenia, el trastorno bipolar, en cuya fisiopatología pordrían estar
implicados los macrófagos, linfocitos y sus mediadores químicos (97) y en el
alzheimer, se hipotetiza la participación de la inmunidad innata como adyuvante
en su etiología.
Las evidencias experimentales
obtenidas hasta el momento parecen indicar que cuando la sumatoria de pérdidas
resulta abrumadora para la persona y no se percibe posibilidad de reparación,
es decir que no hay esperanza, surge un estado de estrés crónico y depresión
que encierra al sujeto en la metáfora de “esto no es vida” o “así no se puede
vivir” que lo expresa el sistema inmune por medio de la inflamación crónica y
presencia de IL-6 y Proteina C Reactiva (PCR) a consecuencia del estrés y
podría preparar las condiciones para propiciar una muerte programada, ya que la
inflamación crónica se ha reportado como un mecanismo biológico clave que puede
impulsar disminución de la función física, que conduce a la fragilidad, la
discapacidad y finalmente a la muerte (98, 99). Este tipo de condiciones se ha
documentado en los cuidadores únicos de personas con enfermedades crónicas y
degenerativas, en las que se observa alteraciones de las células T, y
envejecimiento acelerado (100) igualmente se ha encontrado alteraciones en la
respuesta proliferativa de las células T, reducción del número y funcionamiento
de las células NK, estos indicadores aumentan la morbilidad y mortalidad de
este grupo de personas (101). La idea de que la psique se pueda comunicar con
el cuerpo en general y con el sistema inmune en particular, con un lenguaje
analógico o metafórico, tal como lo aseguraba Freud, sigue siendo una hipótesis
de trabajo muy tentadora.
Como se ha señalado a la luz de los desarrollos de
la psiconeuroinmunología, el núcleo
de la investigación psicosomática no consiste en analizar el papel de los
factores psicosociales como causa directa de la enfermedad sino como
productores de alteraciones de susceptibilidad a la enfermedad (102), lo
que apoya la visión antropológica que afirmaba que la enfermedad implica la
participación del ser humano social como totalidad compleja, vista como un
hecho con un profundo significado existencial.
El SISTEMA
INMUNOLÓGICO, NÚCLEO DE LA SALUD
Partimos de un concepto
sustantivo de salud, definiéndola desde su misma condición y no como una
construcción en espejo desde la enfermedad, en tal sentido Pacheco dice sobre
la salud que “…Ella no es sólo aquello que cuidan los médicos, sino que integra
algo mucho más amplio y complejo que nos recuerda a la existencia humana
concreta…””…Esa tendencia a la armonización biopsicológica, supone fuerzas,
potencialidades, capacidades vitales humanas, expresiones de la dinámica
biológica de ese sujeto, de su estructura y dinámica psíquica, que se han ido
construyendo en su proceso muy concreto de historia vital, desde la misma
concepción. Historia vital que es esencialmente social, por cuanto se construye
en el compartir con los otros en una multiplicidad de relaciones, la
satisfacción de las necesidades, el trabajo la comprensión, de la sociedad y de
sí mismo…” (103)
De esta definición se
desprenden una serie de expresiones, cuya armonización con el sistema
inmunológico, potencian la salud y la vida, se hará referencia a alguna de
ellas y las íntimas relaciones que observan con el sistema de defensa.
Iniciamos con una de las más estudiadas inicialmente en el campo de la
psiconeuroinmunologia.
El apoyo social
Se puede definir tal como lo
hace Lin: provisiones instrumentales y/o expresivas, reales o percibidas,
aportadas por la comunidad, redes sociales y amigos íntimos (104), las
evidencias de René Spits, de la muerte de los niños con depresión anaclítica a
consecuencia de la pérdida del vínculo afectivo, es retomado ahora por la
psiconeuroinmunologia con un valor explicativo, protocolos de investigación con
animales han demostrado: disminución significativa de la supervivencia de
primates separados de las madres, que cursan con alteraciones inmunológicas (105),
proporciones significativamente bajas de
células CD8 y menor actividad de las células NK, variaciones que se mantuvieron
aún después del regreso con sus madres (106).
El apoyo social también
se ha identificado como un predictor de la esperanza, en cuanto al enfrentamiento
de la enfermedad en mujeres con cáncer de mama (107), así mismo, se ha
demostrado que el apoyo psicosocial puede producir cambios positivos tanto a
nivel psicológico, como cambios favorables en la respuesta inmunológica (108,
109, 110, 111). De la misma forma podemos señalar los trabajos clásicos de Spiegel,
Fawzy, (112, 113) con personas con cáncer, con quienes reportaron el aumento
significativo de la supervivencia en estudios controlados y modificaciones en
el sistema inmunológico de las personas sometidas a tratamiento
psicoterapeutico. En Venezuela nuestra experiencia con niños con asma de la
Isla de Coche (18) nos ha mostrado que cuando se ofrece un programa de
intervención psicosocial, se produce una disminución significativa del número
de crisis asmáticas y del consumo de medicamentos, y un cambio de la respuesta
inmune causante del asma que los convierte –desde el punto de vista de su
respuesta inmune– en niños no asmáticos. Las evidencias clínicas y
experimentales demuestran que la relación entre las personas establece un
vínculo, que genera esperanza y fortalece la probabilidad del cambio, que se
expresa en el ámbito social, orgánico o molecular. Nuestra experiencia con
mujeres con cáncer de mama demostraron que las intervenciones psicosociales
pueden mejorar la calidad de vida del paciente con cáncer de mama al disminuir
la ansiedad y la depresión que frecuentemente acompaña a las personas con esta
enfermedad (114).
La cualidad humana que
fundamenta el apoyo social es el amor, que
quedó al margen de la medicina científica, desde los tiempos de Claude Bernald,
y que es descubierto ahora como atributo omnipresente, potenciando el valor
terapéutico de cualquier recurso técnico. Dean Ornish, cirujano cardiovascular
del instituto de investigación en Medicina Preventiva de la Universidad de
California, diseñó un programa de apoyo psicosocial, dirigido a revertir la
aterosclerosis coronaria severa, mediante el cambio del estilo de vida, publicó
sus hallazgos en revistas tan prestigiosas como Lancet, ya que pudo demostrar
que los cambios de estilo de vida puede ser capaz de llevar a cabo la regresión de la
aterosclerosis coronaria severa, incluso después de sólo un año, sin el uso de
fármacos hipolipemiantes (115) ,
en esa misma fecha publicó un libro titulado “Programa para revertir la
enfermedad cardíaca” en la presentación del programa, dentro de sus objetivos
se encuentran el equipamiento de las personas en: cambio de dieta, realización
de ejercicios, dejar el cigarrillo, hacer relajación, y de igual forma
“…enseñarles, cómo ofrecer y recibir con más plenitud los sentimientos de amor”.
Igualmente Bernard Siegel, pediatra y cirujano norteamericano, publicó un libro titulado "Amor Medicina
Milagrosa" , en el que afirma “…Estimo
que toda enfermedad guarda en última instancia, relación con una falta de amor…
, …Y estimo además que toda curación está relacionada con la aptitud para dar y
aceptar amor incondicional…” (116).
La risa:
Es una de las
áreas más conocidas y popularizadas por las publicaciones de Norman Cousins, en 1979 sobre su experiencia con la risa, como medio
para la superación de su enfermedad y posteriormente por la película “Patch
Adams” en 1998, inspirada en Doherty Hunter, quien en 1971 fundó un instituto
que lleva actividades de risa a los hospitales e instituciones asistenciales de
niños huérfanos. Esto motivó la generación de grupos e instituciones para
promover la aplicación de diversas técnicas inductoras de la risa con fines
terapéuticos. No obstante todavía el campo de aplicación clínica de la risa,
como herramienta terapéutica, es un espacio controversial.
Los estudios
realizados sobre las relaciones entre la risa y la salud, han demostrado beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales, es
decir un buen soporte para el mejoramiento de la calidad de vida, ya que la
risa, por ser una cualidad humana, carece de contraindicaciones, se puede
expresar en forma espontánea, autoinducida, por observación, con o sin humor.
Las evidencias experimentales sugieren que la risa tiene efectos positivos y
cuantificables sobre la salud en general (117), especialmente en el
mejoramiento de la calidad de vida.
Se
ha estudiado en diversos cuadros somáticos, por ejemplo en personas con diagnóstico
de insuficiencia renal en etapa terminal, en donde se pudo observar que las
personas con puntuaciones mayores al promedio en un instrumento de sentido del
humor, no solo mostraron mejor calidad de vida, sino también aumentaron su
supervivencia en un promedio del 31% (118), también se ha estudiado en forma
prospectiva y se encontró correlación significativa entre el sentido del humor y
la supervivencia a la jubilación, hasta los 65 años (119). Los estudios con personas con cáncer
han reportado que la risa disminuye la activación fisiológica del estrés, y puede
tener efectos fisiológicos en el funcionamiento del sistema inmunológico, como
mejorar la actividad de las células NK, que se relaciona con aumento de la resistencia
a las enfermedades y disminución de la morbilidad en las personas con cáncer,
la risa puede ser una útil intervención cognitivo-conductual (120)
Hay
reportes que indican que los estados de ánimo positivos y la risa modifican
diversos aspectos de las funciones inmunes, entre ellos: el aumento de la
fagocitosis, las células NK y la respuesta de células T a la fitohemaglutinina,
disminución en el número de células T supresoras, y aumento en el número
circulante de células T cooperadoras, que son inductoras de las células en la
sangre periférica, y la mejora de la blastogénesis espontánea de linfocitos, igualmente
las citoquinas, han demostrado estar asociados con la risa y el humor. (121,
122, 123, 124) de la misma forma se han
reportado variaciones en la inmunoglobulina “A” en saliva (IgAs) ante la
exposición a estímulos humorísticos (125, 126, 127,128).
La
risa está relacionada con la alegría de vivir y con la calidad de vida como
condición humana. Pero como técnica terapéutica, parece tener una relación
indirecta con el sistema inmune, a través de la disminución del estrés y la
depresión pero no como movilizador directo del sistema inmunológico, faltan más
investigaciones en el área para incluirlo como un recurso clínico asistencial.
Movimiento:
El movimiento corporal es una cualidad humana y
expresión de salud. Es un proceso complejo de interacciones que se expresa en
el cuerpo, y lo vivifica. En cada
movimiento hay: biología, memoria, cultura, sentimientos, ideas y
relaciones sociales, como dice Alexander Lowen
“…la identidad funcional del pensamiento y el sentimiento deriva de su
origen común en el movimiento del cuerpo…”. (129)
La imposibilidad de moverse es un estrés elevado que
en animales de experimentación produce múltiples alteraciones, entre otras en
las zonas cerebrales relacionadas con la motivación, cuya recuperación decrece
cuando la exposición a la inmovilización ha sido mayor (130). Un estilo de vida físicamente activo
genera beneficios para la salud. Una de las cualidades del ejercicio reconocida
recientemente es la reducción del estrés. La hipótesis es que la actividad
física puede prevenir el estrés y la inducción de la supresión del sistema
inmune, y sugiere que el mecanismo es la restricción del sistema nervioso
simpático (131).
Espiritualidad:
En los últimos años se ha incluido la dimensión
espiritual de las personas en el ámbito de la salud, por los desarrollos
teóricos de la antropología y las ciencias sociales, que han documentado la
relación entre estas dos variables y han despertado el interés por llevar esta
dimensión a los laboratorios, lo que ha significado el ajuste de la metodología
para definirla, medirla y establecer relaciones con otras variables. No
obstante, el concepto de espiritualidad es multidimensional, por eso que encontramos
múltiples definiciones de la espiritualidad, que van desde la pertenencia y
práctica de cualquier religión, hasta el sentido de auto-trascendencia,
esperanza, y las mediciones incluyen
desde cuestionarios hasta lista de chequeo de conductas religiosas, tales como:
asistencia a servicios religiosos, orar, predicar, entre otras.
Con diversas visiones conceptuales se han reportado
variaciones de componentes del sistema inmune, en función de la espiritualidad.
En un estudio exploratorio se examinó la relación entre la espiritualidad y la
función inmune en 112 mujeres con cáncer metastásico de mama. La espiritualidad
se evaluó mediante informe de los pacientes de la frecuencia de asistencia a
servicios religiosos y la importancia de la expresión religiosa o espiritual.
Los resultados indicaron que las mujeres que calificaron como expresión
espiritual más alta, tenían mayor recuento total de linfocitos, el recuento de
células NK y células T cooperadoras fueron mayores entre las mujeres que
informaron mayor espiritualidad. (133)
La experiencia social indica que la espiritualidad
está relacionada con la promoción de la salud, algunos investigadores afirman
que su efecto benéfico en el ámbito clínico puede ser explicado porque las
practicas espirituales implican una variedad de sistemas neuronales que pueden
facilitar la producción del mismo fenómeno que el efecto placebo, porque
obedecen a mecanismos psicofisiológicos, y de esta forma pueden aumentar la
probabilidad de provocar procesos de autocuración. Es decir, la espiritualidad
entendida como un paradigma de efecto placebo extendido, que se centra en el
concepto del símbolo y el significado (134)
Apoyados en el papel que juega la glándula pineal en
la mediación de la percepción espiritual y la estimulación de citoquinas contra
el cáncer, específicamente la interleuquina (IL-2), se realizó un estudio con
240 personas con cáncer de pulmón sólido metastásico incurable, con un pronóstico
de esperanza de vida menor de un año. Se dividieron en 6 grupos y se le
administró distinto tratamiento a cada grupo; los mejores resultados en
términos de tiempo de aumento de la supervivencia se obtuvieron mediante la
asociación entre neuroimmunoterapia con melatonina (MLT) más IL-2 y el programa
de Yoga (2 años), que fue significativamente mayor con respecto a la obtenida
por tratamiento de apoyo solo, solo Yoga, o IL-2 más MLT solo (1 año). Lo que
sugiere que el enfoque terapéutico espiritual puede mejorar el tiempo de
superviviencia de las personas con cáncer metastásico (135)
La predisposición de los seres humanos hacia el
sentimiento espiritual, el pensamiento y los comportamientos se miden por un
rasgo de personalidad que es relativamente estable llamado auto-trascendencia,
comprendido dentro de un modelo psicobiológico de la personalidad (136) . En un
estudio realizado con técnicas avanzadas de mapeo cerebral de las lesiones, se
realizaron evaluaciones de la personalidad de los sujetos participantes, antes
y después de neurocirugía, que produjo un daño selectivo a la izquierda y a la
derecha de la región parietal posterior inferior. Como resultado de las
lesiones se produjo un aumento significativo y específico de la
autotrascendencia, lo que puede arrojar nueva luz sobre las bases neurobiológicas
de las actitudes espirituales y religiosas, así como de los comportamientos en
los trastornos neurológicos y mentales. (137).
Es una hipótesis estimulante pensar
que las remisiones espontáneas de algunas enfermedades, especialmente el
cáncer, en cuyos relatos hay la mediación de alguna experiencia mística, pueda
ser explicada suficientemente por la intervención de esas zonas cerebrales, que
son asiento de la autotrascendencia, estimuladas convenientemente por
mediadores químicos provenientes de experiencias de alta intensidad emocional,
desde otras estructuras cerebrales, como la amígdala y que generen una
respuesta efectora inmunológica de tal intensidad que sea capaz, como
potencialmente lo es, de lisar la totalidad de las células de un tumor, hasta
hacerlo desaparecer. Aquí es importante
resaltar los aportes documentales del antropólogo Levi-Strauss con su concepto
de la eficacia simbólica, para la presentación de diferentes enfermedades
mediadas por el simbolismo y la muerte por la violación de un tabú, en donde se
contempla la posibilidad de influir sobre nuestra biología desde la
construcción simbólica que edifica el grupo cultural de pertenencia, bien sea
para enfermar o curar el cuerpo (138)
CONCLUSIONES
La
Psiconeuroinumnología no es una especialidad asistencial, más bien es un
enfoque, centrado en el estudio del conjunto de interacciones entre los
diferentes sistemas donde participa la persona, desde los sistemas biológicos
hasta los culturales. Se aspira que pueda transformarse en el enfoque
predominante de la asistencia a la persona con alguna enfermedad y a la
construcción de acciones de prevención primaria o promoción de la salud. En
consecuencia no tiene métodos de exploración, ni terapéuticos propios, así, son
los médicos, con su arsenal terapéutico quienes guían su acción, desde el enfoque, al igual que los psicólogos,
los educadores y planificadores.
La
especialidad médica madre y heredera de la psiconeuroinmunología es la medicina
psicosomática, aceptada desde el año 2001 como subespecialización del campo de
la psiquiatría reconocida por la Junta Americana de Especilidades Médicas y la
Sociedad Americana de Psiquiatría, y se señala a la psiconeuroinmunologia como
apoyo para este reconocimiento (139). Dentro del
ámbito de la Psicología tenemos espacios de construcción teórica y técnica que
pueden adaptar su acción al nuevo enfoque. El espacio profesional más evidente
es el de la medicina conductual, en cuanto a la asistencia a la persona con
alguna enfermedad, y visto el desarrollo del campo de la inmunología
conductual, se abre un espacio ilimitado para la edificación de acciones
dirigidas a construir nuevas comprensiones y terapéuticas para la persona
enferma, de la misma forma, la psicología clínica, que por su desarrollo,
predominantemente en espacios asistenciales y hospitalarios cuenta con el
instrumental técnico y teórico, para ejercer una acción desde el enfoque de la
psicoenuroinmunologia con un fin eminentemente asistencial, con técnicas y
acciones para superar la enfermedad, cada vez más sofisticadas.
La psiconeuroinmunologia
no tiene un desarrollo teórico integrador, hay algunos intentos como el modelo
biocognitivo (140, 141) para construirlo a la luz de esta
interdisciplina, no obstante la lectura de las
evidencias experimentales, pueden ser hechas desde dos líneas de pensamiento
paralelas. Una de ellas se centra en la reducción de lo psíquico a un conjunto
de neurotransmisores mensurables vistos como determinantes de nuestros
comportamientos más complejos, en consecuencia, la solución a la insatisfacción,
la infelicidad o el desamor sería la conveniente manipulación de ciertos
neurotransmisores, utilizando medios físico-químicos, o convirtiendo las
cualidades humanas en recursos técnicos. La segunda línea de pensamiento
se apoya en la emergencia de un nuevo
paradigma integrador en el campo de la epistemología para referirnos a la salud
desde un punto de vista más global, con el
objeto de superar la visión dualista del ser humano, para hacerlo desde
una mirada que permita un acercamiento en positivo, desde su propia realidad
sustantiva, y no simplemente como la visión en espejo de la enfermedad.
La
psiconeuroinmunologia muestra las interacciones entre cualidades o expresiones humanas
que afectan positivamente en forma total o parcial la respuesta inmune, pero se
deben conservar como tales, y no convertirlas en artificios tecnificados y descontextualizados,
en función de satisfacer el modelo médico imperante. Deben apoyarse como
expresiones esencialmente humanas, por ejemplo, la risa es una cualidad humana
y debe estar presente en toda interacción hasta en el ámbito clínico, sin que
para legitimarla, pase a ser necesariamente “risoterapia”, al igual que el
baile como expresión genuina del ser humano, no es más, ni mejor, porque se
llame “bailoterapia”.
Las
evidencias experimentales de la psiconeuroinmunologia pueden apoyar la
construcción de un cuerpo teórico para planificar acciones dirigidas a
promocionar la salud, que consiste en apoyar las cualidades humanas que actualizan
y desarrollan las potencialidades de las personas, y hacen más viable las
expresiones saludables, el disfrute de la vida y disminuyen el riesgo de
enfermar. Para ello debemos
sacar a la psicología de la salud de los muros del hospital, dejemos allí a la
psicología clínica y a la medicina conductual. Huyamos de la mano de la
psicología positiva, quien desde los jardines del hospital nos seduce con la
frescura de las cualidades humanas que potencian realmente la salud de una
manera global, desde los espacios donde discurre la vida cotidiana, allí está
la risa, el movimiento, la espiritualidad, la imaginación, el reposo, los
sueños, fantasías, los encuentros y desencuentros, la creatividad y todo el
colorido del mundo emocional.
De este modo la
psiconeuroinmunologia, como enfoque, atañe a todos los espacios humanos en
donde se genera conocimiento o acciones sobre la persona, desde la filosofía,
hasta la política, pasando por la economía, ética y la estética, además de las
ya tradicionales, sociología, medicina y psicología.
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